viernes, 21 de agosto de 2015

Ginecóloga lesbiana

Hacía días que sentía un escozor en mi zona vaginal. Al comienzo no le di importancia, pero poco a poco me preocupé porque en todo momento, incluso dormida, sentía ese ardor que sólo calmaba cuando ponía mi mano sobre mis labios vaginales. Una amiga me recomendó a una ginecóloga a la que ella acudía. Hice la cita y me presenté puntual. Iba bien arreglada, con una falda amplia que dejaba ver mis piernas bien formadas, y una ropa interior nueva, casi transparente, que destacaba mi figura. A la hora indicada me hicieron pasar. El consultorio pequeño, pero acogedor, me hizo olvidar mis temores. La doctora vestía un mandil médico que permitía adivinar un cuerpo esbelto. Era bonita, no muy alta, sonriente, de cabellos sueltos y claros. 

- Pasa - me dijo, dándome un beso en la mejilla - ¿En qué te puedo servir? 

- Hace varios días que siento un escozor en mis partes y eso me preocupa. 

- ¿Qué tipo de escozor? 

- Es como un cosquilleo que me hace latir la vagina y sólo se calma cuando pongo mi mano, fuerte, sobre ella. 

- ¿Es agradable, o mortificante? 

- Por momentos me agrada, es como si algo vibrase en mi interior y me hace suspirar. 

Ella sonrió y me indicó echarme en la camilla, levantar mi falda y bajar mi truza. Así lo hice y ella se acercó. La vi inclinarse sobre mi sexo desnudo y observar. Al hacerlo, su cabello cayó sobre mi bajo vientre produciéndome una sensación agradable. Ella continuó observando mientras sus cabellos me hacía unas cosquillas deliciosas. 

- ¿Es aquí donde te late? - me preguntó mientras tocaba con un dedo mis labios exteriores. 

El contacto me hizo dar un pequeño brinco, pero comencé a sentir algo indescriptible. Un cosquilleo invadió todo mi sexo y, sin quererlo, comencé a moverme lentamente. Ella seguía tocando y preguntando: 

- ¿Es aquí, o acá? ¿Sientes ahora ese escozor?. 

- Sí, allí, un poco más adentro. 

- ¿Te molesta o te gusta? 

- Me gusta, me siento en el quinto cielo. Siga, que me parece que su masaje me hace bien. 

Ella continuó sus caricias, cada vez más intensas, y yo me movía cada vez con mayor rapidez. No podía evitar juntar mis piernas y aprisionar su mano. Era como si algo nunca vivido hubiese despertado en mí. 

- Siga, siga, me calma, creo que eso es lo que necesitaba - le decía mientras mi cuerpo se agitaba. 

- ¿Te gusta? ¿Quieres más? 

- Sí, mucho más - le contesté mientras abría mis ojos para verla. 

Ella estaba sonrosada, los ojos semicerrados, la lengua la tenía entre sus labios y jadeaba acompasadamente. Ya no pude resistir. Me moví sin control y ella bajó la cabeza y besó mi vulva húmeda y palpitante. 

- ¿Te calma? 

- Sí, sigue, más rápido; qué rico es esto; mi coño va a explotar. Mete tu lengua, chúpame todo, me siento mojada, algo late en mi interior, qué rica lengua. 

Mientras hablaba mi mano derecha se posó sobre su nalga izquierda; sentí la tela de su mandil médico y algo tidio y suave bajo él. No pude evitarlo y mientras me movía y gritaba pidiendo más, acaricié su piel, su colita tibia y tersa; ella suspiraba y me decía: 

- Tranquila, relájate y goza, ya sé lo que tienes y lo que necesitas. Yo te voy a curar. 

Lancé una cantidad inmensa de jugos que ella absorbió complacida. Al finalizar la consulta me citó para después de dos días. Allí estuve, puntual, pero eso se los contaré en mi próxima.