sábado, 6 de enero de 2018

El Primer Acercamiento Al BDSM

Soy Pamela, tengo 27 años y 6 de un lindo matrimonio con un hombre maravilloso, un hombre 13 años mayor, un hombre que es mi amigo, amante y cómplice. Quiero contarles algunas cosas que hemos vivido, quiero dejar claro que no busco concejos y que mi vida no es necesariamente un ejemplo de cómo vivir, solo lo cuento porque tal vez a alguien le sirva para mejorar su relación, su conducta o su sexualidad. Como todos sabemos, la vida tiene de luces y sombras. En momentos en que pasábamos por las sombras de nuestra relación, decidimos hablar de los temas importantes que cada uno creía que teníamos mejorar para seguir en la aventura que un día decidimos emprender, fue así como a la luz de velas después de una cena, y con a varios tragos demás, nos gritamos a la cara algunas cosas, nos desahogamos, le dije cuanto me molestaba que salude a la vecina del tercer piso, le dije cuanto me molestaba que lo llame la mamá de sus hijos, le dije cuanto odio esa camisa verde de los años 90, mi esperanza era escuchar que le molestaban mis llegadas tarde por "inventario", que le molestaban mis sonrisas a los vecinos o mis minifaldas, y no nada de eso le molesta, nada!... Me contó que mis celos le divierten, que mis minifaldas son muy largas y que los vecinos son agradables personas, me contó que le encanta que llegue tarde porque es cuando llego más "ganosa" y me contó que me ama... Fue cuando entendí que su concepto de relación no era el que yo aprendí como normal por lo que veía a en mis padres, entendí que somos dos personas con distintos criterios, con distintas necesidades, fue cuando le pregunte qué era lo que más le molestaba de mi, para mi sorpresa y decepción hablo sin mucho tino. -tu sobrepeso-  dijo. Fue horrible, quería llorar pero la risa en su cara me detuvo, -de que te ríes??  - pregunté. -De ti, de tu inocencia, de tus miedos- contestó. -Que miedos?- pregunté confundida. -temes porque no sabes qué es lo que pienso- contestó seguro y arrogante. Él tenía razón, teníamos 3 años juntos y yo tenía miedo de decepcionarlo, miedos heredados de una formación conservadora que no me permitía hacer las cosas que deseaba, mi silencio le dio todas las respuestas... -Quieres más vino?- pregunto. -no.... quiero pensar y el alcohol no me ayuda- respondí. -Nada consigues con pensar si tus conclusiones te guían a una forma de vivir que no te satisface- afirmó en tono amistoso y paternal. -de que hablas??- le dije, a pesar de que ya entendía para donde iba. -quiero que hagas lo que te hace feliz, lo que te llena y no lo que los demás esperan de ti solo eso-  sentenció. Era una verdad que me costaba reconocer, deje de hacer muchas cosas por pensar en lo que dirían personas que no son más importantes que yo, seguí bebiendo y escuchando a ese sabio amargo que un día elegí como compañero de vida con la seguridad de saber que a su lado nada malo me podría pasar, entre chistes e indirectas nos acabamos otra botella de vino y nos retiramos del lugar, desde ahí en adelante mis recuerdos son difusos, recuerdo que en el taxi Pablo desabrochaba mi blusa y mi sostén (sujetador) mientras me besaba, recuerdo su boca en mis hinchados pezones, recuerdo mi pantalón en las rodillas, recuerdo su mano en mi vagina, recuerdo la ganas que tenia de sentir sus dedos muy dentro de mí pero él no los metía, solo tocaba... recuerdo los ojos del conductor cuando nos miraba por el retrovisor, recuerdo mis movimientos abriendo las piernas y levantando mi pelvis intentando atrapar la mano de Pablo, recuerdo el sabor de mí cuando metía sus mojados dedos en mi boca, recuerdo mis gemidos, recuerdo su erección bajo el pantalón, recuerdo ese orgasmo, recuerdo mi pantalón con el calzón enredados en mis zapatos, recuerdo el aire frío en todo mi cuerpo después de acabar y desfallecer, me sentía muy puta, muy hembra, pero ya no era con ese sentimiento de culpa que me impedía disfrutar, ya no sentía temor de lo que podía pensar Pablo, me di cuenta que yo ya no quería ser princesa y que eso le gustaba a Pablo.


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