Soy Pamela, tengo 27 años y 6 de un lindo matrimonio con un
hombre maravilloso, un hombre 13 años mayor, un hombre que es mi amigo, amante
y cómplice. Quiero contarles algunas cosas que hemos vivido, quiero dejar claro
que no busco concejos y que mi vida no es necesariamente un ejemplo de cómo
vivir, solo lo cuento porque tal vez a alguien le sirva para mejorar su
relación, su conducta o su sexualidad. Como todos sabemos, la vida tiene de
luces y sombras. En momentos en que pasábamos por las sombras de nuestra
relación, decidimos hablar de los temas importantes que cada uno creía que
teníamos mejorar para seguir en la aventura que un día decidimos emprender, fue
así como a la luz de velas después de una cena, y con a varios tragos demás,
nos gritamos a la cara algunas cosas, nos desahogamos, le dije cuanto me
molestaba que salude a la vecina del tercer piso, le dije cuanto me molestaba
que lo llame la mamá de sus hijos, le dije cuanto odio esa camisa verde de los
años 90, mi esperanza era escuchar que le molestaban mis llegadas tarde por
"inventario", que le molestaban mis sonrisas a los vecinos o mis
minifaldas, y no nada de eso le molesta, nada!... Me contó que mis celos le
divierten, que mis minifaldas son muy largas y que los vecinos son agradables
personas, me contó que le encanta que llegue tarde porque es cuando llego más
"ganosa" y me contó que me ama... Fue cuando entendí que su concepto
de relación no era el que yo aprendí como normal por lo que veía a en mis
padres, entendí que somos dos personas con distintos criterios, con distintas
necesidades, fue cuando le pregunte qué era lo que más le molestaba de mi, para
mi sorpresa y decepción hablo sin mucho tino. -tu sobrepeso- dijo. Fue
horrible, quería llorar pero la risa en su cara me detuvo, -de que te ríes??
- pregunté. -De ti, de tu inocencia, de tus miedos- contestó. -Que miedos?-
pregunté confundida. -temes porque no sabes qué es lo que pienso- contestó
seguro y arrogante. Él tenía razón, teníamos 3 años juntos y yo tenía miedo de
decepcionarlo, miedos heredados de una formación conservadora que no me
permitía hacer las cosas que deseaba, mi silencio le dio todas las
respuestas... -Quieres más vino?- pregunto. -no.... quiero pensar y el alcohol
no me ayuda- respondí. -Nada consigues con pensar si tus conclusiones te guían
a una forma de vivir que no te satisface- afirmó en tono amistoso y paternal.
-de que hablas??- le dije, a pesar de que ya entendía para donde iba. -quiero
que hagas lo que te hace feliz, lo que te llena y no lo que los demás esperan
de ti solo eso- sentenció. Era una verdad que me costaba reconocer, deje
de hacer muchas cosas por pensar en lo que dirían personas que no son más
importantes que yo, seguí bebiendo y escuchando a ese sabio amargo que un día
elegí como compañero de vida con la seguridad de saber que a su lado nada malo
me podría pasar, entre chistes e indirectas nos acabamos otra botella de vino y
nos retiramos del lugar, desde ahí en adelante mis recuerdos son difusos,
recuerdo que en el taxi Pablo desabrochaba mi blusa y mi sostén (sujetador)
mientras me besaba, recuerdo su boca en mis hinchados pezones, recuerdo mi
pantalón en las rodillas, recuerdo su mano en mi vagina, recuerdo la ganas que
tenia de sentir sus dedos muy dentro de mí pero él no los metía, solo tocaba...
recuerdo los ojos del conductor cuando nos miraba por el retrovisor, recuerdo
mis movimientos abriendo las piernas y levantando mi pelvis intentando atrapar
la mano de Pablo, recuerdo el sabor de mí cuando metía sus mojados dedos en mi
boca, recuerdo mis gemidos, recuerdo su erección bajo el pantalón, recuerdo ese
orgasmo, recuerdo mi pantalón con el calzón enredados en mis zapatos, recuerdo
el aire frío en todo mi cuerpo después de acabar y desfallecer, me sentía muy
puta, muy hembra, pero ya no era con ese sentimiento de culpa que me impedía
disfrutar, ya no sentía temor de lo que podía pensar Pablo, me di cuenta que yo
ya no quería ser princesa y que eso le gustaba a Pablo.
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